Después de esta increíble temporada de O’Higgins en 2025, el club logra nuevamente una clasificación a una Copa Internacional —ya sea Copa Sudamericana o Copa Libertadores—. Un hecho histórico para la institución, alcanzando así su novena participación internacional.
Yo, con apenas 21 años, he tenido la suerte de vivir una época donde el Capo fue protagonista en el país y presente internacionalmente. Me tocó ver la inauguración del nuevo estadio El Teniente, con aquel partido frente a Lanús por Copa Libertadores. Me tocó verlo competir en distintas Sudamericanas. Y lo mejor de todo: lo viví junto a mi abuelo, quien desde pequeño me inculcó este amor inmenso por el celeste, ese que se hereda, que se siente y que nunca se apaga.
Porque este club no solo nos enseña de fútbol, sino también de resiliencia, paciencia y esperanza. De creer cuando nadie más lo hace. ¿Cómo no estar orgulloso de un equipo al que a comienzos de año pocos le tenían fe, pero que hoy tiene a toda una ciudad soñando con volver a la gloria eterna?
Ese golazo de volea de Pavez en los últimos minutos del partido no solo selló un resultado: selló un sentimiento. El de un equipo con hambre de victoria, con sed de competir, con el fuego encendido por devolverle a su pueblo toda la alegría que le fue arrebatada durante tantos años.
Y ahí estábamos los dos, en la tribuna Andes. Mi abuelo y yo, abrazados, llorando. No por tristeza, sino por emoción. Porque entendimos que no hay mal que dure ocho años.
O’Higgins volvió. Y con él, volvió la ilusión de un pueblo entero.
Hay algo profundamente triste en el fútbol chileno actual. No hablo sólo de resultados, sino de lo que se ve, o mejor dicho, de lo que no se ve dentro de la cancha. Y lo que tampoco se habla en la televisión, que parece cómplice de todo esto.
Cada fin de semana, los estadios se transforman en escenarios donde algunos equipos parecen salir no a ganar, sino a hacer tiempo, ensuciar el juego y buscar la maña antes que el talento. Y lo peor es que lo logran: logran ensuciar el juego.
El fútbol nacional se ha vuelto una especie de teatro del “antifútbol”: porteros que se desploman al suelo como si les hubiera pasado un tren después de cada saque, jugadores que tardan eternidades en ejecutar un lateral, árbitros que miran hacia otro lado mientras el cronómetro corre. Y así, minuto a minuto, se va muriendo el espectáculo. Es cosa de ver los números del tiempo efectivo de juego.
Lo más preocupante es que los árbitros han pasado de ser garantes del juego limpio a cómplices involuntarios (o a veces pareciera que voluntarios). Permiten que se abuse del tiempo, que se simulen faltas, que se frene todo intento de ritmo o intensidad. No se trata de una jugada puntual, sino de una tendencia que se ha normalizado. Una falta aquí, una demora allá… y cuando el árbitro finalmente reacciona, el daño ya está hecho.
(¿Qué impacto en el partido puede tener una tarjeta amarilla en el minuto 89 para un jugador que se pasó todo el partido haciendo tiempo?)
En otros países, el fútbol se vive con pasión, pero también con respeto al juego. Aquí, en cambio, pareciera que premiamos la trampa, el “rasquerío”, la “viveza” mal entendida. Nos llenamos la boca hablando de profesionalismo, pero seguimos anclados en prácticas propias de ligas amateurs.
Y cuando llega el momento de competir afuera, la realidad nos golpea: allá el juego es rápido, frontal, limpio. Y nosotros, acostumbrados a hacer tiempo y reclamar, quedamos en evidencia. No por nada los clubes chilenos no avanzan en los campeonatos internacionales y la selección vuelve a quedar fuera de un Mundial.
El problema no es sólo técnico o táctico, es cultural. Hemos confundido la picardía con la mediocridad, y eso nos está costando caro. Mientras los árbitros sigan mirando hacia otro lado y los dirigentes sigan justificando el desorden, el fútbol chileno seguirá atrapado en el autoengaño. Mientras se siga privilegiando lo económico sobre lo deportivo, esto seguirá de mal en peor.
El día que entendamos que el fútbol no se trata de resistir, sino de proponer, competir y emocionar, tal vez volvamos a estar a la altura de este hermoso deporte.
Que volvamos a emocionarnos con esa jugada, con ese “taquito”, con esa chilena, con ese “hoyito” que despierta el aplauso del estadio.
Mientras tanto, seguiremos lamentando derrotas, buscando culpables y viendo cómo, partido a partido, se nos escapa el verdadero fútbol.
Después de la victoria clara y trabajada ante la UC en el Claro Arena, asomaba Ñublense de Chillán como una nueva final. En el papel aparecía como un rival abordable, aunque con Ronald Fuentes en la banca —un técnico que siempre complica al Capo de Provincia— nada podía darse por descontado.
El ambiente estaba preparado. Cuando el equipo salió al trabajo precompetitivo, la hinchada hizo sentir de inmediato la importancia del partido. La música del DJ en la previa, la pirotecnia al momento del ingreso y la energía del estadio ayudaban a contener esa confianza tranquila, pero nerviosa, que se respiraba entre los celestes.
Con un Piero Maza inspirado y siempre cerca de las jugadas, arrancó el partido. O’Higgins tomó rápido el dominio del campo, con Robledo acompañando a Lugo en el mediocampo, aunque lejos del nivel mostrado frente a Audax, dejando cierta deuda en el paladar del hincha.
La Celeste mostraba buen fútbol ante un Ñublense que conectaba algunas jugadas, pero sin claridad para inquietar a Carabalí. Hasta que, tras una salida rápida conducida por el motor rancagüino Matías Lugo, el balón llegó a un inspirado Martín Sarrafiore. El argentino encaró por el centro, avanzó con determinación y abrió hacia la izquierda para Maximiliano Romero, quien, con la frialdad de los privilegiados, definió sin chance para Nicola Pérez. Golazo para desatar el grito celeste y presagiar un partido cómodo tanto en juego como en marcador.
Pero O’Higgins comenzó a errar en las salidas. Sarrafiore y Rabello mostraban sus intermitencias de siempre y el equipo entró en un juego más lento. Los rojos, con Campusano y Reyes como abanderados, empujaban sin demasiada profundidad, hasta que un centro largo de Campusano terminó en un pivoteo en el área. Robledo, de manera infantil, cargó por la espalda a Lorenzo Reyes y Maza no dudó en cobrar penal.
Desde ahí, el partido entró en una meseta de refriegas e interrupciones que favorecían a Ñublense, y O’Higgins cayó con facilidad en ese ritmo, sin hacer valer el hombre de más que tuvo desde el minuto 27, cuando Graciani le entró con violencia a Pavez. Volvieron los fantasmas de siempre: la dificultad del Capo para enfrentar rivales con diez jugadores. Lo mejor era que terminara el primer tiempo para esperar el café cargado de “Paqui” y recomponer las ideas.
La pizarra se movió apenas iniciada la segunda parte. Meneghini sacó a Robledo —al borde de la expulsión tras una fuerte entrada al final del primer tiempo y además con algunas complicaciones físicas— y a Romero, resentido físicamente. Entraron Esteban Calderón, que volvía de una lesión de meniscos, y Francisco González.
Con los cambios se esperaba un aire renovado, pero a la Celeste le costó retomar el juego fluido, empujando más por ímpetu que por asociación. Ñublense seguía apostando al ritmo pausado y al tiempo perdido. Y llegó la sorpresa: al minuto 64, Matías Plaza, recién ingresado, aprovechó un pase de Diego Sanhueza que encontró mal parada a la defensa. Con un remate cruzado derrotó a Carabalí y silenció el mundialista. Si antes el tiempo era su aliado, con el gol se convirtió en su religión.
“Paqui” reaccionó y mandó a Joaquín Tapia a la cancha para buscar profundidad por las bandas e ir por el empate lo antes posible.
Con un Rabello desaparecido y Sarrafiore contagiado de su irregularidad, O’Higgins se volcó al ataque con Pancho González y Faúndez por derecha, Tapia y Luis Pavez por izquierda. El equipo, empujado por su gente y por el grito ensordecedor de “pongan huevo… no podemos perder”, tiró toda la carne a la parrilla. El empate llegó en un remate de Pavez que rebotó en Rabello y se metió. Hubo suspenso por una posible posición de adelanto, pero Maza validó el gol.
El envión anímico fue inmediato. Cinco minutos después, un centro de Faúndez, un cabezazo de Tapia y un pivoteo de Calderón terminaron en una contorsión de manual de Luis Pavez, que fusiló y desató la locura celeste. Era el desahogo después de un partido que se había desviado del libreto esperado.
Ya sobre el final, el penal convertido por Pancho González coronó el esfuerzo, la garra y los huevos que mostró La Celeste.
Un triunfo necesario para seguir peleando el Chile 2 y un recordatorio de que aún queda mucho por mejorar en lo futbolístico. Pero el carácter, la paciencia y la insistencia del equipo cuando nadie más la tenía, dejaron una gran victoria.
“Vamos la Cele, queremos la copa”… o al menos la Libertadores.
Hace una semana hablábamos de las dudas que generó la derrota del “Capo de Provincia” ante el campeón del fútbol chileno, Coquimbo Unido. Desde el horario del partido hasta las oncena inicial fue confusa. Hasta que 45 minutos antes del inicio del cotejo, apareció el parado inicial y todos quedamos, como dice Condorito ¡Plop!
Pero hoy en el Claro Arena de la UC, tomamos aire cuando el encargado de comunicaciones hacía llegar los once elegidos para salir al nuevo estadio de la UC. Era la oncena que se esperaba, pero no tanto, aparecía Moisés González en la línea defensiva y Francisco González en la delantera, dos nombres que en algún momento se ganaron la desconfianza de la hinchada, pero como rezago de los años paupérrimos en lo futbolístico, ya que ambos aportan si están donde juegan. La hinchada esperaba que se volviera con Faúndez en la zaga y Rodrigo Godoy en la delantera, pero “Paqui” Meneghini dispuso lo primero.
Lo importante a mi parecer era que Maximiliano Romero no apareció como hombre sólo en punta y eso se notó desde el inicio del partido. O’Higgins salía a presionar la salida de Mena y Astaburuaga con González y Sarrafiore de tremendo desgaste físico y con otro aire a lo visto la semana pasada. Pero el “Capo” lo gana desde el medio campo. El peso del medio campo rancagüino se notó y se plantó en el Claro Arena con anticipación, intensidad y mordiendo contantemente a los mediocampistas cruzados. Lugo y Leiva se hicieron fuertes ante Letelier, Farías y Romero. Producto del juego trabado y fuerte del medio, no fue casualidad que el primer pintado de amarillo fue para la UC, Agustín Farías que veía que su trabajo no daba fruto ante un Matías Lugo, incansable y Leiva siendo la primera salida, constantemente abriendo el juego por las bandas.
Producto del juego, no desde la posesión, pero si de la intención del ir al arco rival llegó el primer gol, mejor dicho golazo, lleno de fútbol. Se juntaron los de pie educado del equipo, Rabello, Sarrafiore, Romero y la terminó Pavez. Si en el Claro Arena querían ver fútbol, lo pudieron ver en el primer y segundo gol del “Capo”, ya que se repitieron los nombres al inicio del complemento, en el minuto 47, Rabello termina callando al Claro Arena, que veía como su equipo perdía el invicto en su tan mentado estadio nuevo.
O’Higgins volvió a la senda, el técnico volvió en razón y nos da una nueva alegría. Gran trabajo de todo el equipo que metió y corrió todo el partido, con Matías Lugo llevando la bandera celeste y con unos Rabello y Sarrafiore inspirados, al igual que la línea defensiva que sacó la tarea adelante cuando el rival se vino encima, que iba a suceder en algún momento, pero con oficio y simplicidad pudieron cumplir la misión de dejar el arco de Carabalí en cero. Se volvió a la senda, se volvió al triunfo y es lo que debe seguir haciendo “La Celeste” si quiere seguir en la pelea del Chile dos.
No era un partido fácil, lo sabíamos todos. Ya desde la planificación del partido se veía lo complejo del duelo entre O’Higgins y Coquimbo Unido. Todo hincha luchaba por una entrada en la tiquetera y hacían la famosa fila virtual para adquirir un ticket. Pero ese es cuento aparte y ya con la teleserie del día del partido solucionado, ya quitadas las ansias de la programación, era sólo esperar la jornada dominical.
Durante la semana se conversaba en el ambiente futbolero, sobre el planteamiento del rival y qué debía hacer la celeste para enfrentar al puntero exclusivo del fútbol chileno. Las reflexiones eran diversas, cómo es habitual. El más simple filósofo del fútbol decía la clásica pero cierta frase: “caballo bueno repite”, haciendo referencia a la cultura hípica.
Pero este domingo no se observó nada de lo que se escuchó ni menos replicar lo bien que el Capo venía haciendo en las canchas de pasto. Se notó y se sufrió con el parado inicial desde el minuto 1. ¿Qué te pasó Paqui? ¿Reflexionaste más de la cuenta? ¿te preocupaste más de la cuenta del rival? Lo que nos quedó claro que este fin de semana no le pegaste el palo al gato. r
Sabíamos las virtudes de los piratas y que las bandas eran importantes en el ataque, además del 10 Palavecino, estaba Waterman, por la banda estaba Cornejo, en punta Zavala. Tenías insumo para hacer lectura del fútbol, además suma que O’Higgins no tenía grandes bajas.
Desde mi opinión amateur, no entendí por qué no salió la celeste con punteros claros, teniendo a Godoy, Tapia, Pancho González. Que ya habían mostrado buen juego, dando desahogo al medio campo por las bandas, acercando a Sarrafiore con Rabello y más aún ayudando en el retroceso. Primer tiempo a mi parecer perdido totalmente. Pero lo más lamentable es que O’Higgins salió con la misma propuesta el segundo tiempo y agregue el grosero error de Robledo que al querer salir jugando, perdió el balón con el iluminado que tienen los piratas, como es Palavecino, para decretar el 1-0.
10 minutos después el primer cambio, que hasta el DT de barrio sabía que era, sin desmerecer. Entra Godoy y sale Moisés González. Algo se arregló la paquineta, pero no del todo. En el minuto 75 “Paqui! observó con sus ayudantes, que había que ir hacia adelante, que esto se gana haciendo goles y no con la posesión, ya que si fuera así, la celeste ganaba por goleadas este partido (64% de posesión contra el 36%), Ingresando Francisco González y Arnaldo Castillo. El equipo empujó con más ganas que fútbol, pero volvió a lo que está acostumbrado hacer, salir en busca del gol con velocidad por las bandas, buscando al centro delantero, pero el rival es fuerte en defensa y ya tenía el barco bien atracado al muelle.
De tanto empujar y a punta de tiros al área rival, derriban a Castillo y el juez cobró un penal, a mi parecer merecido para el “Capo” por el desgaste físico hecho el segundo tiempo, pero no desde el fútbol mostrado. Y fue la guinda de la torta, Rabello toma el balón y remata con derecha a la mano diestra de Sanchez que se lució con la atajada. Raya para la suma, un domingo para el olvido en todo sentido, desde el parado inicial hasta la perdida del penal en los descuentos.
Lo que queda claro que la paquineta no puede cambiar su adn de juego o terminará quemando aceite y con alguna “panna” mayor que ningún celeste desea. Ahora viene la UC, en su nuevo estadio y estoy seguro que O’Higgins puede hacer un buen encuentro, pero en la medida que vuelva a su estilo de juego y revalorando la importancia de atacar al rival, más que con posesión, sino con intensidad.
Desde el inicio de la temporada, hemos escuchado a los hinchas del “Capo de Provincia” repetir: “estamos para copas internacionales” . Pero no es fácil convencer a un corazón que lleva entre siete y ocho años de constantes desprecios y dolores, de esos que solo el fútbol sabe dar.
A medida que avanzaba la primera rueda, Francisco Meneghini no dudaba en recurrir a la frase habitual de los técnicos trasandinos, quienes nunca se han quedado cortos de labia. Entre dudas y aciertos en partidos frente a Huachipato, Iquique o Limache, el barco celeste se tambaleaba en la marea del Campeonato Itaú 2025, con las irregularidades de siempre. Lo que ningún hincha discutía era la pobreza ofensiva que mostraba el equipo.
Jugadores fundamentales en el once inicial como Omar Carabalí, Luis Pavéz, Matías Lugo, Juan Leiva y Bryan Rabello se afirmaron en el primer semestre. A ellos se sumó la irrupción de los canteranos Rodrigo Godoy y Felipe Faúndez. O’Higgins se hizo fuerte de local, una tarea pendiente desde hace años, convirtiendo al estadio Jorge Valenzuela de San Fernando en un bastión. Como es habitual, al inicio de temporada la hinchada miraba de reojo la opción de clasificar a un torneo internacional. La palabra ilusión parecía extraña en corazones celestes dañados, pero con el rodar de la pelotita comenzó a tomar forma. Con un juego a veces poco vistoso pero efectivo, los hinchas volvieron a creer en su amor. Y aquel guiño llegó en la visita al estadio Monumental, cuando O’Higgins venció 1-0 al equipo de Arturo Vidal y compañía, con gol del “10” Rabello. Desde entonces, con altos y bajos, “La Celeste” de Paqui empezó a sumar y sumar puntos, tiñendo de a poco la ilusión de color celeste.
Superados los 31 puntos logrados en 2024, la pena del “descenso moral” ya es historia. Hoy la ilusión se renueva con cada jornada. Más aún, con la llegada de Maximiliano Romero y Francisco González, quienes han sido fundamentales para dar nuevos aires y goles al “Capo”. El “Tigre” Romero suma 5 goles en 7 partidos, mientras que “Pancho” González, con su entrega y velocidad, ha aportado frescura en la delantera celeste.
Ya no se trata de una utopía de la hinchada ni de la verborrea del cuerpo técnico encabezado por Paqui. Es una realidad palpable: O’Higgins compite, pelea arriba y se instala en la parte alta del torneo. Ahora viene la pausa por el Mundial y todavía queda camino por recorrer, pero es un placer ver al equipo de tus amores en el segundo lugar de la tabla, soñando con la Copa Libertadores.
Arnaldo Castillo se ha transformado en uno de los nombres más comentados en O’Higgins durante los últimos días. Su repunte futbolístico ha sorprendido a propios y extraños, dejando atrás una etapa de dudas y críticas, y encendiendo la ilusión de que el club pueda volver a una Copa Internacional en 2026.
Durante mucho tiempo, sus números parecían jugarle en contra: apenas 10 goles y 9 asistencias en 77 partidos. Con esas cifras, gran parte de la hinchada perdió la fe en él. Yo mismo lo critiqué en su momento, con más de algún exabrupto, porque sentía que no estaba a la altura de lo que el equipo necesitaba. Pero hoy la historia es distinta: Castillo ha dado un golpe de autoridad y comienza a rendir en el momento justo.
Su evolución recuerda al Castillo que brilló en la Universidad de Concepción en la Primera B, antes de llegar a Rancagua. Allí mostró un potencial enorme, pero que parecía haberse apagado en el Capo de Provincia. Ahora, como el ave fénix del escudo celeste, ha sabido renacer y reencontrarse con su mejor versión.
Lo más valioso de todo es que nunca se enfrentó a la hinchada, incluso cuando el mundo parecía irse en su contra. No se enredó en polémicas de redes sociales ni buscó excusas. Eligió el camino más difícil: el trabajo silencioso, la fortaleza psicológica y la paciencia. Probablemente con apoyo en la fe, o simplemente con una convicción firme, Castillo resistió y esperó su momento.
Hoy, ese esfuerzo se refleja en un rendimiento que marca diferencias dentro de la cancha y que devuelve ilusión al hincha rancagüino. Castillo ha demostrado con hechos, más que con palabras, que su compromiso con O’Higgins está intacto y que quiere ser protagonista del presente y futuro del club.
Arnaldo Castillo nos enseña que las críticas pueden ser duras, pero la resiliencia lo es más. Que los números pueden engañar, pero la entrega no miente. Y que cuando un jugador se levanta y se conecta con su gente, O’Higgins siempre tendrá razones para creer.
Con un gran marco de público, en el remozado estadio Codelco El Teniente, el “Capo de Provincia” no defraudó. Más de seis mil personas se hicieron presente en un partido que se esperaba complejo, como todos los encuentros de “La Celeste”.
Ya la oncena inicial nos hacía dudar y anhelar a Leiva y Lugo, ambos al margen por lesión. En su reemplazo, y haciendo el trabajo sucio en el medio campo, aparecía en el papel Moisés González y Felipe Ogaz, que ha sido el beneficiado por la ausencia del trasandino Matías Lugo. Pero con la pelotita ya rodando, vimos a un Alan Robledo posicionarse en el medio campo y lo hizo de excelente manera, leyendo bien el juego y la salida de AudaxItaliano.
El día estaba frío, pero el cántico de “La Trinchera Celeste” no paraba de sonar, entonando la frase de todo corazón rancagüino: “Soy celeste no podemos perder, ni cag…!!!”. Luego del empate amargo frente a Limache, La Serena y Colo Colo —donde al “Capo” le faltó la “chaucha para el peso” y asegurar los tres puntos—, este partido se veía con dudas, pero con el desafío de ganarlo fuera como sea.
Desde el inicio se vio un O’Higgins tratando de hacer un buen juego, asociándose por las bandas, posicionándose rápido en el medio campo y presionando alto a los audinos para cortar sus circuitos, especialmente con el 10, Leonardo Valencia.
Así fue como la celeste abrió el marcador de lanzamiento penal en los pies del 23, Maximiliano Romero, luego de una mano en el área rival tras un centro del movedizo Francisco González. El gol lo sintió el cuadro de José Luis Rivera, que no hacía pie en el nuevo pasto del “mundialista”. La presión a Audax fue provechosa y, tras una anticipación del espigado central rancagüino Alan Robledo, que presionó la salida del cuadro itálico, entró al área y habilitó a Martín Sarrafiore para marcar el 2-0.
El equipo respondía al cántico de la hinchada, pero lamentablemente “La Celeste” desperdició al menos cuatro ocasiones claras de gol en el primer tiempo, que pudieron sentenciar el partido antes de la pausa.
En el segundo tiempo, O’Higgins se desdibujó producto de la salida de Moisés González y del retroceso de Alan Robledo a la línea de centrales para apoyar al canterano José Movillo. Además, el movimiento de la pizarra del “Coto” Rivera hizo del partido un ida y vuelta. Tomó más balones “Leo” Valencia, y se notó en el juego audino, que no bajó los brazos en Rancagua.
El cabezazo letal del 9 rancagüino, Arnaldo Castillo, que marcó el 3-1, fue un bálsamo para la hinchada que veía crecer al rival más en posesión que en ocasiones de gol, las que siempre encontró en las manos del seguro Omar Carabalí. Con el 3-2 anotado por Franco Troyanski, volvían las dudas y temores de partidos pasados, pero no así la convicción del hincha rancagüino que alentó hasta el final para lograr un triunfo fundamental para las pretensiones que ha pregonado desde el inicio de la temporada el estratega celeste Francisco Meneghini.
Al final, triunfo celeste que dejó en muy buena posición al “Capo” y también satisfizo a su hinchada por su entrega y el juego demostrado. A pesar del cierre, como siempre tenso, lo sacó adelante con el empuje de la hinchada que no quería perder en la vuelta a El Teniente.
Porque ser celeste es sufrir, dudar y volver a creer… pero sobre todo es gritar con el alma: ¡Soy celeste, no podemos perder, ni cag…!!!
Pensábamos que iba a ser un partido complejo, uno de esos en los que no se perdonan errores y la eficacia se vuelve fundamental. Y así fue. Cobresal se plantó en el estadio Jorge Silva Valenzuela de San Fernando con la misión de dar caza al Capo de Provincia y superarlo en puntaje. O’Higgins de Rancagua, en tanto, llegaba con una pesada mochila tras el empate ante La Serena, en un duelo donde jugó gran parte del encuentro con un hombre más. Aquel partido resultó enredado y sufrido, y solo se consiguió la igualdad más por empuje y garra que por el fútbol propuesto por el equipo de “Paqui”.
Desde el inicio se vio a dos equipos que se respetaban, pero que igualmente mostraban sus virtudes para hacer daño al rival. O’Higgins tenía la necesidad imperiosa de sumar de a tres para dar ese paso tan esquivo que en otras ocasiones se le había escapado, ya fuera empatando o perdiendo partidos que parecían al alcance.
Nuevamente, el hincha rancagüino no defraudó y acudió en gran número a San Fernando. En la popular se observaban rostros tensos y ansiosos, pero a los 8 minutos todo estalló con el golazo de Maximiliano Romero. Tras un lateral convertido en “centro” por Luis Pavez, un pivoteo de Esteban Calderón y, finalmente, un gesto técnico de crack, Romero marcó la apertura del marcador con un voleo de zurda en altura que dio en el palo derecho del arquero Pino, dejándolo sin opción. Tras la desventaja, Cobresal no renunció a su juego: pobló el mediocampo y buscó hacer daño constantemente con sus carrileros Barrera y Mesías, este último siempre peligroso con remates de distancia que el siempre eficiente Omar Carabalí logró contener.
El encuentro fue de ida y vuelta, como se jugaba antaño: entretenido para el amante del fútbol, pero de nervios intensos para las hinchadas. Cobresal demostró por qué está en la lucha por un cupo en torneos internacionales, pero “El Capo” supo estar a la altura. Ogaz y Leiva pelearon en el mediocampo, mientras que los centrales Díaz y González lograron contener la peligrosidad del goleador Diego Cohelo.
El segundo tiempo mantuvo la misma tónica: ambos equipos buscaron, pero sin hacerse daño. Huerta refrescó el mediocampo y “Paqui” apostó por las bandas, reemplazando a Calderón por Godoy y a Sarrafiore por Francisco González. Felipe Faúndez respondió en su puesto natural, corriendo y metiendo durante todo el partido con un gran despliegue físico. Incluso estuvo cerca de coronar su actuación con un golazo: tras dominar el balón, encaró al arco, remató de zurda y el disparo pasó muy cerca del palo derecho rival.
Al final, fue un gran triunfo celeste. Un partido en que, si bien a ratos faltó fútbol, sobró empuje y garra para sacar adelante la tarea y regalar una alegría a su gente, que terminó alentando y cantando “como antaño”, evocando aquellos encuentros de los años 90 que se recuerdan con nostalgia y que marcaron a generaciones celestes. Con esta victoria, O’Higgins sigue alimentando la ilusión de lograr un cupo en un torneo internacional, un objetivo tan esquivo como anhelado para “El Capo”.
En las últimas hora, la noticia de la posible salida de Joaquín Montecinos a Colo-Colo ha desatado una fuerte polémica. No es para menos: estamos hablando de un jugador que, con esta actitud, deja en evidencia una baja calidad humana y una total falta de respeto por los colores que hoy viste.
Llevar la camiseta de O’Higgins no es un simple contrato, es un compromiso con la historia, con la ciudad y con una hinchada que ha demostrado ser incansable y leal. Por eso resulta indignante que un futbolista, estando en plenas condiciones de jugar, opte por no hacerlo solo por la posibilidad de partir a Colo-Colo.
Más grave aún es que estemos hablando de un jugador que recibe 25 millones de pesos mensuales y que, en el año que lleva en Rancagua, solo ha aportado tres goles y dos asistencias. En otras palabras: sus contribuciones se traducen en 60 millones de pesos por cada gol o asistencia que ha entregado. Un rendimiento muy por debajo de lo que un club como O’Higgins merece y que contrasta con el esfuerzo y la entrega de sus compañeros, el cuerpo técnico y la hinchada.
Este tipo de actitudes no solo generan tensión en el camarín, sino que también manchan la imagen del club. ¿Qué pasará ahora con las 12 fechas restantes del campeonato? ¿Con qué motivación saldrá a defender la camiseta un jugador que ya dejó claro que su prioridad está en otro lado?
En O’Higgins no se trata de figurar, se trata de honrar. Y es por eso que como hinchada y como institución no podemos permitir que algunos solo vengan de paso, cobrando sueldos millonarios que no corresponden a su entrega en la cancha. La camiseta celeste merece respeto, compromiso y orgullo.
Porque esta camiseta sí se respeta.
Era un partido duro en el papel. Pero se fue con la ilusión de poder fortalecer el juego y la posición. Con esta idea salió O’Higgins de Rancagua a la cancha del CAP para enfrentar a Huachipato.
La oncena de “La Celeste” traía la sorpresa esperada. El retorno del “7” Martín Sarrafiore. Otro nombre que llamaba la atención era la titularidad del nobel José Tomás Movillo. Los demás del parado inicial del cuadro de Francisco Meneghini fueron los esperados, quizás al cambio de posición y la falta de un referente de área fue lo llamativo, pero esperable por el rendimiento de los delanteros celestes.
El primer tiempo el “Capo de Provincia” lo disputó bien, a pesar que los primeros minutos “Los Acereros” tuvieron las más claras en el arco de Omar Carabalí, el cual se hizo grande bajo los tres palos celestes. Antes de los 15 minutos ya contábamos un par de llegadas de Huachipato en pies del “10” Oscar Ortega. Sin duda la atajada de la fecha fue la del portero rancagüino que sacó un cabezazo del siempre peligroso Cris Martínez.
Pasaba el primer tiempo y el “Capo” comenzaba a tomar el balón, con una presión alta y eficaz por parte de Sarrafiore, Rabello y Godoy, hacían que el cuadro acerero cometiera errores en la salida del equipo local. A Raíz de esto se aperturó el marcador al minuto 22, luego de una recuperación rápida de Pavez, abrió a la izquierda a Godoy, el que hizo junto con Sarrafiore una jugada de play station, llegó a línea de fondo y como es el mandamiento del puntero, centró atrás y Rabello con precisión con un tiro al ángulo dejó sin opción a Adriazola.
El segundo tiempo fue complejo por la propuesta de Huachipato, ya que evitó la presión alta de O’Higgins, lanzando pases largos, dejando a la vista la precariedad defensiva del “Capo”. Y a la postre le dió réditos al equipo de Talcahuano. Raya para la suma, “La Celeste” no hizo mal partido, pero pagó caro sus propios errores, lo que produce una mayor frustración al hincha. Ahora a levantarse y sacudirse rápido, no hay tiempo para lamentarse, pero sí de corregir las fallas en defensa para afrontar al equipo de Colo Colo el domingo en san Fernando.
Esperemos el “Capo” se haga fuerte en el Jorge Valenzuela, ya que la tabla de posición está muy apretada y no sumar condiciona enseguida el alejarse de los puestos de avanzada. Más aún, considerando el rendimiento del cuadro de Macul, la posibilidad de la victoria no es lejana, pero siempre este partido debe jugarse con dientes apretados y concentrados desde el primer minuto. Esperemos “La Celeste” esté iluminada el domingo y aproveche las chances que puede producir la presión alta del equipo, a pesar de la falta del referente de área.
O’Higgins terminó la primera rueda de la “Liga de Primera Banco Itaú 2025”, enfrentando a Everton de Viña del Mar. Una ciudad siempre querida por lo hinchas celestes donde se puede pasear y descansar de sobra. Esto lo confirma la gran cantidad de hinchas del Capo que llegaron al Sausalito, luego de una tibia tarde de playa a experimentar el frío costero a la cancha del Sausalito.
Fue un primer tiempo de aquellos, que te dejan un sabor agridulce por lo visto, pero por sobre todo luego de la expulsión del 35 ruletero Lucas Soto, por doble
amarilla. O’Higgins no sacó ventaja alguna sobre un rival que sintió la expulsión.
Antes de la expulsión “La Celeste” ya se había acercado en un par de ocasiones al arco de Ignacio González. Con mayor posesión desde el primer minuto el Capo no hacía daño al rival, lateralizando en extremo el juego y siendo Rodrigo Godoy el único escurridizo en la delantera que daba preocupación al equipo de Larriera.
Ya en el segundo tiempo el equipo de la quinta región entró con una idea clara, contragolpear a los celestes, por ello el ingreso del “Chorri” Palacios, quién fue el que hizo extremar recursos al “Don Omar” Carabalí, quien sigue dando seguridad bajo los tres palos. El transcurso del segundo tiempo se dio en una tónica similar al primero. “La Celeste” con posesión, pero sin una llegada clara al arco ruletero a excepción de un remate de Calderón y un voleo de Luis Pavez, luego de un córner ejecutado por un extraviado Joaquín Montecinos.
Pero fue “tanto el cántaro al agua” que el minuto 75 llegaría el tan esperado gol de Alan Robledo, luego de un córner ganado por el distinto, por el que va siempre al frente, Rodrigo Godoy, ejecutado por Bryan Rabello. Donde Robledo anticipó al central viñamarino Diego Oyarzún, para decretar los tres puntos rancagüinos.
De ahí en adelante el partido no tuvo grandes variantes a excepción de un par de tiros libres regalados por un discreto Arnaldo Castillo, que ejecutó Palacios para los ruleteros, donde Carabalí respondió con seguridad.
Con este encuentro se baja el telón de esta primera parte del campeonato. Muchas cosas para sacar en limpio y alegrarse por esta rueda, pero también varias
dudas en el cuadro celeste, partiendo por la delantera, en dónde el hincha se pregunta, ¿Cuántos puntos más tendríamos si nuestra delantera anotara? Seguido
por el medio campo dónde los guerreros de siempre (Leiva-Lugo) se han llevado el peso de la campaña y que se siente que el combustible no logra alcanzar hasta el minuto 90. Quizás donde hay más variantes es en defensa, pero que generó nervios y dudas, luego de la humillación de Ñuñoa.
Esperemos que esta pausa de la liga ayude aunar fuerzas e ideas para lograr la mejor posición posible y se logren los objetivos trazados para la temporada 2025.
Hace un par de semana atrás O´Higgins venía con viento en popa, luego de las victorias ante Universidad Católica y Ñublense. Si bien ambas victorias no fueron holgadas, el equipo mostró decisión y valentía para atacar cuando fue posible y defender cuando cruzados y chillanejos hicieron ver mal al “Capo de Provincia”.
Pero lo sucedido en Ñuñoa, ni en las peores películas de terror nos imaginamos que podía suceder. Todo lo construido por “La Celeste” quedó en duda. Todo lo que vimos anterior al cuadro azul, se cuestiona luego de cien minutos del terror. O´Higgins parecía un boxeador que pedía “Nada más por favor”, si hubiéramos podido tirar la toalla al ring después del 4 a 0, sin duda lo hacíamos. Vimos a un equipo irreconocible, de pera blanda, sin ganas, temeroso y mas doloroso aún sin pasión ni vergüenza deportiva para salir de la adversidad.
Pero las penas del fútbol se pasan con más fútbol y el domingo 15 de junio, tendremos la posibilidad de dejar este “Nada más por favor”, por un “ahora sí”. La ilusión se teñirá nuevamente de celeste para el día del padre y esperamos que la película de terror con fondo azul haya grabado y terminado todos sus capítulos.
Ahora se aproxima el cuadro de la Unión Española, que ha sorprendido el bajo juego expresado en esta temporada pero que siempre hace buenos partidos en la sexta región. Un equipo que a pesar de sus escasos 7 puntos y estar 15 en la tabla de posiciones tiene jugadores interesantes como el conocido Pablo Aránguiz o el zurdo Ariel Uribe que pueden ser un aporte en cualquier equipo. La novedad que presentará el cuadro rojo será su entrenador, ya confirmado, Miguel Ramírez, que reemplazará al cuestionado ídolo hispano José Luis Sierra.
Con todos los ingredientes que tendrá este partido, en el papel se ve atractivo, esperemos lo sea, en especial para los hinchas del “Capo de Provincia”, que siguen ávidos de triunfos en casa y no queremos volver a pregonar este “Nada más por favor”, pero si queremos oír un “Ahora sí” el equipo jugó y volvió a competir en la liga.
El Estadio Nacional es un lugar que no puede ser indiferente para O’Higgins. Allí vivimos nuestra mayor alegría: bajar nuestra primera y única estrella. Pero también nos ha tocado llorar, como en aquella final con la U y otros momentos duros. Por eso, lo del sábado no podía ser distinto. Para bien o para mal, sabíamos que ese partido nos marcaría.
Y nos marcó. Una derrota así no se explica fácil, duele, molesta.
Cuesta digerirla, sobre todo cuando veníamos con el corazón en alto después de Chillán. Pero el fútbol, como la vida, tiene días de gloria… y días de golpes. Y este sábado, el golpe fue de esos que te remecen el alma.
O’Higgins cayó 0-6 ante Universidad de Chile, en un partido donde fuimos superados en lo táctico, en lo anímico y en lo futbolístico. A la U le salió todo. Incluso los rebotes parecían pases dirigidos. Cada error fue castigado con dureza. Y como si fuera poco, en los primeros minutos tuvimos una chance clarísima en los pies de Montecinos. Si esa pelota entraba, quizás la historia era distinta.
Pero no entró. Y lo demás ya lo sabemos.
Se notó a varios jugadores nerviosos, sin claridad ni reacción. No es excusa, pero cuando un equipo se ve sobrepasado tan temprano, el golpe psicológico pesa más que las piernas. Porque el fútbol no es solo táctica ni estadísticas: también son emociones. Y las nuestras, ayer, estaban nubladas.
Ahora, lo fácil sería quedarse en la rabia. Pedir cabezas (la del técnico, por ejemplo), gritar, dar todo por perdido.
Pero O’Higgins no se construyó desde lo fácil.
Esta hinchada ha estado en días peores. Ha llorado, ha resistido y ha vuelto a levantarse. Porque si algo tiene el celeste, es memoria. Y en la memoria está la fuerza.
Hoy toca apretar los dientes, mirar hacia adelante, y entender que esto no puede volver a pasar, pero tampoco puede paralizarnos. Que llegue la autocrítica, que se multiplique el trabajo… pero que no se pierda la fe.
Este equipo ha mostrado cosas buenas. Tiene talento, tiene momentos. Ahora necesita carácter. Y eso también se construye en la derrota.
Vamos celestes.
No por este dolor vamos a dejar de creer.
La #Paquineta sigue intacta.
Nos vemos en el próximo partido.
El “Capo de Provincia” se hizo fuerte ante Ñublense y lo ganó por la cuenta mínima. Fue un encuentro que comenzó con una sensación de: “Este partido ya lo he visto”; ya que el inicio fue similar ante el cuadro de Audax Italiano. En un primer tiempo bien disputado por “La Celeste”, en una cancha pantanosa, afloró el empuje para atacar y la fiereza para defender cuando los “Diablos Rojos”, en los últimos 15 minutos del primer tiempo, hicieron ver ahogado en su campo al “Capo”.
Ya en el segundo tiempo O’Higgins “mató” en la oportunidad que se le dio. Luego de dos llegadas claras que tuvo Montecinos, un error del buen portero de los “Diablos Rojos”, hizo que el 8 rancagüino rematara a “pata llena” y colocara la diferencia necesaria para lograr la segunda victoria consecutiva del “Capo” y traer los tres puntos a la ciudad histórica.
Ya gozada la victoria en Chillán, aparece una dolida Universidad de Chile (al quedar eliminada de Copa Libertadores) en la mira de O’Higgins. El desafío es seguir en la senda de la victoria y la tarea es mayor. Un rival que acaba de perder y va a querer dar una alegría urgente a su hinchada en el estadio que habitualmente usa.
Si el esfuerzo realizado por los celestes en Chillán fue intenso, el sábado en la capital no será menor. Una “U” que de la mano de Gustavo Álvarez tiene su estilo de juego, agrupa a las dos leyendas de la roja, como lo son Díaz y Aránguiz en el medio campo, que sube por las bandas a los ex-celestes Sepúlveda y Hormazábal y alternativas en la delantera como lo son Fernández, Di Yorio, Guerrero y conectando a los delanteros Israel Poblete.
Si observamos los nombres, siempre es intimidante enfrentar a la “U”, y si sumamos además los 40 mil hinchas, se hace un reducto complejo. Pero “La Celeste”, debe seguir por la senda. En cancha deberá proponer algo más que sólo fútbol, como lo hizo en la “ruca de Macul”. O’Higgins tiene los jugadores para dañar a un equipo que trae un partido a cuestas, más viajes y escalas. Clave será no dejar sólo a Matías Lugo en cortar los hilos azules de la creación y bloquear el recorrido eficaz que realiza Charles Aránguiz. Una defensa que deberá estar atenta a no dejar espacios para el remate de media distancia de Fernández y Poblete. Otras claves serán los duelos de Godoy-Hormazábal y Montecinos- Sepúlveda.
Esperemos que Francisco Meneghini siga también en la misma senda, leyendo bien el partido y respondiendo a tiempo los posibles cambios que necesite el “Capo de Provincia”. El sábado nuevamente estaremos los ilusos y pesimistas esperando que nuestro equipo nos regale un nuevo triunfo, que será fundamental para las pretensiones celestes.
Ganamos. Sí, ganamos. Y no fue una victoria cualquiera.
Fue un triunfo que esperó once años para volver a escribirse en los pastos de Chillán. Once inviernos, once calendarios marcados por frustraciones, empates, derrotas y silencios.
En una tarde fría y lluviosa, nuestros once se plantaron con carácter. No hubo temor ni especulación: hubo garra, hubo convicción. En cada quite, en cada pase profundo, se tejió una historia distinta. Una que merecíamos hace tiempo. Una que nos debía el destino.
Y no solo fue actitud. El partido se leyó con precisión quirúrgica desde el banco. Paqui supo cómo jugarlo. La pizarra y la convicción se encontraron en Chillán, y el resultado fue una victoria de esas que se sienten en el alma porque siempre es lindo ganar.
La hinchada, como siempre, dijo presente. En la galería, en los mensajes que viajan por redes como abrazos virtuales.
Y ahora, se viene la U. de visita. Un desafío grande, como todos los que valen la pena.
La Universidad de Chile es prensa, es ruido. Pero también es una oportunidad. Una oportunidad para demostrar que lo de Chillán no fue casualidad, sino consecuencia. Que este equipo ha despertado. Que cuando se conectan los botines con el corazón, el resultado es arte.
Sabemos que no será fácil. Pero si Paqui vuelve a leer el partido como en Chillán, si el equipo vuelve a creer como creyó allá, cualquier cosa puede pasar.
Vamos paso a paso, pero con la frente en alto.
Porque ganar después de once años no es casualidad.
Es señal de que algo está cambiando, es señal de trabajo serio
Vamos celestes, vamos la #Paquineta
“¡Menos mal ganamos!” fue la frase que más escuché entre los hinchas y simpatizantes del “Capo de Provincia”tras la victoria frente a Universidad Católica en el siempre complicado estadio de La Florida. Un resultado que sorprendió a muchos incrédulos y a los eternos pesimistas, pero también que desató la alegría de los fieles e ilusionados, aquellos que, pese a los dolores de cabeza que nos provoca este amor celeste, seguimos soñando con triunfos.
Fue un partido donde, simplemente, todo salió bien. No generamos muchas llegadas, pero fuimos eficaces. La posesión fue baja —tan solo un 32%—, sin embargo, logramos hacer daño rápido y contundente. Al final del día, lo que importa es el resultado, y ese fue favorable para O’Higgins.
Ahora, en el horizonte celeste aparece Ñublense, un rival que viene de sorprender en su visita a la Ruca de Macul. En el primer tiempo, el equipo de Chillán pasó por encima del local, poniéndose rápidamente 2-0 con goles de Sosa y Plaza. No obstante, con el correr de los minutos sintieron la presión en la cancha del Monumental, y terminaron cediendo un empate 2-2.
Se trata de un equipo dinámico, con un mediocampo fuerte comandado por “Lolo” Reyes, acompañado de Valencia, Plaza y Graciani. En defensa, destacan los ex Audax Italiano: Bozzo y Labrín; junto a los laterales Campusano y Cerezo. Los “Diablos Rojos” tienen piezas interesantes en ofensiva, especialmente Patricio Rubio y Gonzalo Sosa. Será un rival duro en la capital de la región de Ñuble, pero no imposible para el “Capo”.
Ya con la cabeza más fría y el corazón tranquilo, comenzamos a pensar en las claves para el duelo del domingo 25 de mayo. Me atrevo a decir que O’Higgins siempre nos sorprende, para bien o para mal, por la irregularidad de su juego. Contra la UC, todo nos salió a favor, incluso los penales dudosos que, en otras ocasiones, nos habrían cobrado en contra. Esta vez, el árbitro Cabero no hizo caso al siempre cuestionado Piero Maza en el VAR.
El gran desafío, a mi juicio, sigue estando en el mediocampo, donde verdaderamente se ganan los partidos. Conocemos la calidad de Lugo y Leiva, y si a eso sumamos el buen momento de Rabello, hay motivos para confiar. Esperamos que Meneghini y su cuerpo técnico estén “claritos” en la lectura del partido y sepan responder a tiempo a lo que se vaya dando en la cancha.